Capítulo 18
EL SATANÁS DERROTADO
Pocos de nosotros hemos reconocido alguna vez el hecho de que las Escrituras enseñan que Satanás está derrotado en lo que respecta al creyente.
No lo venció el creyente; lo venció Cristo para los creyentes en su obra sustitutoria.
La victoria de Cristo le pertenece al creyente, porque fuimos identificados con Cristo en su obra sustitutoria.
Hemos mencionado esto en otro capítulo, pero deseo ir un poco más en profundidad con usted en esto.
En Gálatas 2:20, Pablo dice; "Con Cristo estoy juntamente crucificado". Hace mucho tiempo, cuando Cristo estaba colgado en la cruz, en la mente de la justicia todos nosotros estábamos allí colgados.
Nos identificamos con Él porque El fue nuestro sustituto. Estaba ocupando nuestro lugar para poder redimirnos de la mano de nuestro enemigo.
Estábamos con Él cuando murió, porque morimos con Él.
Estábamos con Él cuando dejó su cuerpo.
Estábamos con Él en su gran agonía, mientras sufría el castigo que merecíamos.
Estuvo en la cárcel de la muerte. Satanás era su portero.
El horror de ello nunca se conocerá.
Jesús estuvo allí hasta que satisfizo las demandas de la justicia para nosotros. Romanos 4:25 dice: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones", es decir, fue entregado a la muerte, la muerte espiritual.
Fue entregado al juicio. Fue entregado para pagar el castigo que le debíamos a la justicia, y cuando las demandas de la justicia fueron cumplidas, fuimos justificados con Cristo.
Esa es la razón por la que cada hombre no salvo tiene un derecho legal a la vida eterna, porque legalmente fue justificado con Cristo en esa gran obra sustitutoria.
Después Jesús nació de nuevo. Si recuerda el versículo de Hechos 13:33: "Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy", ese fue el día de nuestra redención.
Quiero hacer una pausa aquí solo un momento y llamar su atención a un hecho impactante.
Recuerde que cuando Jesús entró en el lugar santísimo con su sangre, acababa de salir del infierno, y cuando el Padre le justificó, fue tan justificado que pudo estar en presencia del Padre sin el más mínimo atisbo de condenación.
Como los tres chicos hebreos, cuando salieron del horno de fuego ni tan siquiera había en sus ropas olor a humo. No había olor en la ropa de nuestro Señor.
¿Sabe lo que me hace ver eso? Si Jesús pudo salir de allí e ir a la presencia del Padre, usted y yo podemos salir de este mundo gobernado por la muerte espiritual.
Los que hemos recibido vida eterna podemos ir a la presencia del Padre sin el sentimiento o el olor de la muerte espiritual en nosotros.
En cuanto el Maestro vivió en espíritu, entonces Colosenses 2:15 se convirtió en una realidad. "Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente".
Ahí mismo, en presencia de todas las huestes de oscuridad, Jesús venció ai príncipe de las tinieblas. "Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Hebreos 2:14), o como lo traduce Rotherham: "Él paralizó el poder de Satanás para tratar con la muerte". Él le paralizó. Le quebrantó.
Ahora esto es lo que quiero que vea: esa fue una victoria eterna. Satanás fue quebrantado eternamente, derrotado eternamente.
¿Se ha dado cuenta de cómo lo expresa Pedro? "Porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8). Después dice: "Al cual resistid firmes en la fe" (1 Pedro 5:9). Nuestro combate se ha luchado y ganado.
No hay una batalla que usted tenga que luchar salvo la batalla de la fe. Usted debe luchar la buena batalla de la fe.
¡¡Qué significa eso? Usted debe ganar todas sus victorias con palabras. Tiene que aprender las palabras de este maravilloso Libro, y con palabras usted vencerá a su enemigo.
Lo único que Pedro dijo al hombre enfermo en la puerta la Hermosa fue: "En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda" (Hechos 3:6), y el hombre fue liberado. No impuso sus manos sobre él. No oró por él. Simplemente sanó al hombre con palabras.
Así es como Jesús sanó, con palabras.
Así es como el Padre creó el universo, con palabras.
Usted vence al adversario con palabras.
Hoy día, usted consuela a los débiles y los quebrantados con palabras. Sana a los enfermos con palabras.
Por eso cuando leí Isaías 53:4: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido", supe que por su llaga yo fui curado.
¿Qué me sanó? Palabras.
Ahora puede entender Salmos 107:20: "Envió su palabra, y los
sano .
No es oración. No es imposición de nuestras manos.
Quizá eso sea necesario entre los bebés en Cristo, pero para el hombre maduro a la estatura del conocimiento de sus derechos y privilegios, la Palabra le sana.
La Palabra me trajo ese dinero. He provocado la atención de mi Padre a Filipenses 4:19: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta", y Él lo hizo, "conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús".
Eso lo dejó zanjado. Sus palabras me trajeron consuelo y seguridad. Después simplemente dije: "En el nombre de Jesús, espíritus ministradores, vayan y hagan que venga el dinero", y el dinero llegó. No una vez, sino que ha estado llegando durante todos estos años de mi ministerio público.
Mire, nuestra lucha no es contra sangre y carne, como nos dice el Espíritu en Efesios 6:12, sino contra los principados y potestades derrotados.
Estos principados y potestades han sido conquistados.
Su derrota se nos cuenta en Hebreos 9:12 como una redención eterna de ellos.
Usted ha sido eternamente liberado.
Ellos están eternamente derrotados, azotados, vencidos.
Usted consigue su libertad recordando estas palabras y luego actuando en consecuencia.
Simplemente rehuse quedarse en esclavitud.
Con gozo, lea este versículo: "En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia" (Efesios 1:7).
¿No ve lo que significa? Satanás sabe que está azotado pero no quiere que usted lo sepa.
Él quiere que usted lo desconozca.
Apocalipsis 12:11 ha sido una fuente de gran consuelo para mí: "Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos".
Esa "palabra", en griego, es logos. "En el principio era el logos, y el logos estaba con Dios, y el logos era Dios".
¿Lo ve? Ellos le vencieron con la Palabra de Cristo. Eso significó que le vencieron con Cristo mismo.
Esa sangre es la base, el cimiento de nuestra victoria.
Demuestra a todo el cielo que Satanás fue derrotado, y yo actúo en base a ello.
¡Ahora grito! Si Él está por mí (y Él está por mí), entonces ¡quién en la tierra o el infierno puede estar contra mí!
¡Soy un vencedor!
Como nación, estamos ante uno de los periodos más peligrosos de nuestra vida nacional, y es necesario que se levante una compañía de hombres y mujeres que conozcan el poder del nombre de Jesús y cómo usar ese nombre contra nuestros enemigos nacionales.
Nuestro peor enemigo no es un enemigo extranjero. Es un enemigo local. Está en medio de nosotros.
Ahora usted tiene que levantarse y usar las Palabras de Dios, esas palabras que destruyen demonios; esas palabras que derrotan demonios; esas palabras que derrotan circunstancias.
Cuando entra en el trono, habla con el Padre; está llevando a su presencia su propia Palabra.
Jesús no habló más la Palabra del Padre que usted, si usa ahora su Palabra.
El Padre muestra respeto siempre a su propia Palabra. Él dice: "Porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra" (Jeremías 1:12). "Mi palabra,..no volverá a mí vacía [o sin cumplirse]" (Isaías 55:11).
Entre, pues, ahí y ponga su petición sobre esa Palabra.
Me gusta pensar que las pongo sobre el nombre de Jesús, y levanto ese nombre ante El con mi petición puesta sobre el nombre. "Para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé" (Juan 15:16).
Estamos viviendo en esta verdad viva.
Estamos aprovechándonos de sus poderosas posibilidades, y estamos osando orar; nos atrevemos a hacer frente a las huestes de las tinieblas con la conciencia de que nuestras oraciones serán respondidas, y que las fuerzas de las tinieblas son golpeadas y derrotadas.
Ya no las tenemos como doctrinas; ahora son parte nuestra.
Vivimos esas palabras y ellas viven en nosotros.
Juan 15:7 declara: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho". El Padre mismo se encargará de que esas cosas sucedan.
Entienda que usted no le escogió a Él, sino que Él le escogió a usted, y le dijo que fuera y diera fruto.
Eso será fruto de la Palabra; fruto de oración.
Hemos llegado a ese lugar donde debemos cambiar la mente de hombres y mujeres a nuestro alrededor.
Hay un sentimiento espiritual de derrota en los corazones de las grandes masas en la iglesia.
Esto lo ha producido el tráfico de alcohol, los salones abiertos, las chicas que se sientan en el bar.
La prostitución y la delincuencia se han desbocado con ello.
La rebelión de los adolescentes contra la instrucción parental y su ausencia de la iglesia se ha extendido como una llaga en el corazón de la nación.
Pero ¿ha quebrado Dios? ¿Ha perdido su capacidad?
Mire al mundo pagano al que se enfrentó la pequeña iglesia.
Mire el escepticismo educacional de la nación judía.
Mire todo el cuadro negro del imperio romano.
La iglesia salió sin educar, hombres del vulgo para hacer frente a la penosa condición y sacar nuevas naciones de ella. Ellos vencieron y nosotros podemos vencer.
Debemos revisar la influencia mental del mundo.
Debemos ocupar nuestro lugar y gritar en alta voz: "Somos lo que Él dice que somos".
Podemos hacer lo que Él dice que podemos hacer.
Estamos ligados a Dios por su naturaleza. Hay una unión humana-divina entre el Padre eterno y el creyente. Nuestro espíritu tiene la energía creativa y la capacidad que hay en el Espíritu del Padre.
Estamos cumpliendo las condiciones como vencedores.
Su Palabra en nuestros labios puede derrotar a cualquier fuerza o elemento que venga contra nosotros.
Mediante su nombre todopoderoso, vamos en contra de estos problemas y los vencemos.
Puedo oírle susurrar: "Miren, estoy con ustedes; vayan, les veré allí. Yo estaré con ustedes".
De nuevo, oigo esa canción de triunfo de los siglos: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios" (Isaías 41:10).
"El Dios que abrió el mar Rojo, que destruyó el poder de las llamas cuando esos tres chicos hebreos fueron arrojados al horno de fuego está con usted.
"Yo soy el Dios de los siglos.
"Mira, yo estoy contigo: todas mis fuerzas son para ti, y eres un vencedor delante de todos tus enemigos".
EL SATANÁS DERROTADO
Pocos de nosotros hemos reconocido alguna vez el hecho de que las Escrituras enseñan que Satanás está derrotado en lo que respecta al creyente.
No lo venció el creyente; lo venció Cristo para los creyentes en su obra sustitutoria.
La victoria de Cristo le pertenece al creyente, porque fuimos identificados con Cristo en su obra sustitutoria.
Hemos mencionado esto en otro capítulo, pero deseo ir un poco más en profundidad con usted en esto.
En Gálatas 2:20, Pablo dice; "Con Cristo estoy juntamente crucificado". Hace mucho tiempo, cuando Cristo estaba colgado en la cruz, en la mente de la justicia todos nosotros estábamos allí colgados.
Nos identificamos con Él porque El fue nuestro sustituto. Estaba ocupando nuestro lugar para poder redimirnos de la mano de nuestro enemigo.
Estábamos con Él cuando murió, porque morimos con Él.
Estábamos con Él cuando dejó su cuerpo.
Estábamos con Él en su gran agonía, mientras sufría el castigo que merecíamos.
Estuvo en la cárcel de la muerte. Satanás era su portero.
El horror de ello nunca se conocerá.
Jesús estuvo allí hasta que satisfizo las demandas de la justicia para nosotros. Romanos 4:25 dice: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones", es decir, fue entregado a la muerte, la muerte espiritual.
Fue entregado al juicio. Fue entregado para pagar el castigo que le debíamos a la justicia, y cuando las demandas de la justicia fueron cumplidas, fuimos justificados con Cristo.
Esa es la razón por la que cada hombre no salvo tiene un derecho legal a la vida eterna, porque legalmente fue justificado con Cristo en esa gran obra sustitutoria.
Después Jesús nació de nuevo. Si recuerda el versículo de Hechos 13:33: "Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy", ese fue el día de nuestra redención.
Quiero hacer una pausa aquí solo un momento y llamar su atención a un hecho impactante.
Recuerde que cuando Jesús entró en el lugar santísimo con su sangre, acababa de salir del infierno, y cuando el Padre le justificó, fue tan justificado que pudo estar en presencia del Padre sin el más mínimo atisbo de condenación.
Como los tres chicos hebreos, cuando salieron del horno de fuego ni tan siquiera había en sus ropas olor a humo. No había olor en la ropa de nuestro Señor.
¿Sabe lo que me hace ver eso? Si Jesús pudo salir de allí e ir a la presencia del Padre, usted y yo podemos salir de este mundo gobernado por la muerte espiritual.
Los que hemos recibido vida eterna podemos ir a la presencia del Padre sin el sentimiento o el olor de la muerte espiritual en nosotros.
En cuanto el Maestro vivió en espíritu, entonces Colosenses 2:15 se convirtió en una realidad. "Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente".
Ahí mismo, en presencia de todas las huestes de oscuridad, Jesús venció ai príncipe de las tinieblas. "Para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo" (Hebreos 2:14), o como lo traduce Rotherham: "Él paralizó el poder de Satanás para tratar con la muerte". Él le paralizó. Le quebrantó.
Ahora esto es lo que quiero que vea: esa fue una victoria eterna. Satanás fue quebrantado eternamente, derrotado eternamente.
¿Se ha dado cuenta de cómo lo expresa Pedro? "Porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8). Después dice: "Al cual resistid firmes en la fe" (1 Pedro 5:9). Nuestro combate se ha luchado y ganado.
No hay una batalla que usted tenga que luchar salvo la batalla de la fe. Usted debe luchar la buena batalla de la fe.
¡¡Qué significa eso? Usted debe ganar todas sus victorias con palabras. Tiene que aprender las palabras de este maravilloso Libro, y con palabras usted vencerá a su enemigo.
Lo único que Pedro dijo al hombre enfermo en la puerta la Hermosa fue: "En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda" (Hechos 3:6), y el hombre fue liberado. No impuso sus manos sobre él. No oró por él. Simplemente sanó al hombre con palabras.
Así es como Jesús sanó, con palabras.
Así es como el Padre creó el universo, con palabras.
Usted vence al adversario con palabras.
Hoy día, usted consuela a los débiles y los quebrantados con palabras. Sana a los enfermos con palabras.
Por eso cuando leí Isaías 53:4: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido", supe que por su llaga yo fui curado.
¿Qué me sanó? Palabras.
Ahora puede entender Salmos 107:20: "Envió su palabra, y los
sano .
No es oración. No es imposición de nuestras manos.
Quizá eso sea necesario entre los bebés en Cristo, pero para el hombre maduro a la estatura del conocimiento de sus derechos y privilegios, la Palabra le sana.
La Palabra me trajo ese dinero. He provocado la atención de mi Padre a Filipenses 4:19: "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta", y Él lo hizo, "conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús".
Eso lo dejó zanjado. Sus palabras me trajeron consuelo y seguridad. Después simplemente dije: "En el nombre de Jesús, espíritus ministradores, vayan y hagan que venga el dinero", y el dinero llegó. No una vez, sino que ha estado llegando durante todos estos años de mi ministerio público.
Mire, nuestra lucha no es contra sangre y carne, como nos dice el Espíritu en Efesios 6:12, sino contra los principados y potestades derrotados.
Estos principados y potestades han sido conquistados.
Su derrota se nos cuenta en Hebreos 9:12 como una redención eterna de ellos.
Usted ha sido eternamente liberado.
Ellos están eternamente derrotados, azotados, vencidos.
Usted consigue su libertad recordando estas palabras y luego actuando en consecuencia.
Simplemente rehuse quedarse en esclavitud.
Con gozo, lea este versículo: "En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia" (Efesios 1:7).
¿No ve lo que significa? Satanás sabe que está azotado pero no quiere que usted lo sepa.
Él quiere que usted lo desconozca.
Apocalipsis 12:11 ha sido una fuente de gran consuelo para mí: "Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos".
Esa "palabra", en griego, es logos. "En el principio era el logos, y el logos estaba con Dios, y el logos era Dios".
¿Lo ve? Ellos le vencieron con la Palabra de Cristo. Eso significó que le vencieron con Cristo mismo.
Esa sangre es la base, el cimiento de nuestra victoria.
Demuestra a todo el cielo que Satanás fue derrotado, y yo actúo en base a ello.
¡Ahora grito! Si Él está por mí (y Él está por mí), entonces ¡quién en la tierra o el infierno puede estar contra mí!
¡Soy un vencedor!
Como nación, estamos ante uno de los periodos más peligrosos de nuestra vida nacional, y es necesario que se levante una compañía de hombres y mujeres que conozcan el poder del nombre de Jesús y cómo usar ese nombre contra nuestros enemigos nacionales.
Nuestro peor enemigo no es un enemigo extranjero. Es un enemigo local. Está en medio de nosotros.
Ahora usted tiene que levantarse y usar las Palabras de Dios, esas palabras que destruyen demonios; esas palabras que derrotan demonios; esas palabras que derrotan circunstancias.
Cuando entra en el trono, habla con el Padre; está llevando a su presencia su propia Palabra.
Jesús no habló más la Palabra del Padre que usted, si usa ahora su Palabra.
El Padre muestra respeto siempre a su propia Palabra. Él dice: "Porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra" (Jeremías 1:12). "Mi palabra,..no volverá a mí vacía [o sin cumplirse]" (Isaías 55:11).
Entre, pues, ahí y ponga su petición sobre esa Palabra.
Me gusta pensar que las pongo sobre el nombre de Jesús, y levanto ese nombre ante El con mi petición puesta sobre el nombre. "Para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé" (Juan 15:16).
Estamos viviendo en esta verdad viva.
Estamos aprovechándonos de sus poderosas posibilidades, y estamos osando orar; nos atrevemos a hacer frente a las huestes de las tinieblas con la conciencia de que nuestras oraciones serán respondidas, y que las fuerzas de las tinieblas son golpeadas y derrotadas.
Ya no las tenemos como doctrinas; ahora son parte nuestra.
Vivimos esas palabras y ellas viven en nosotros.
Juan 15:7 declara: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho". El Padre mismo se encargará de que esas cosas sucedan.
Entienda que usted no le escogió a Él, sino que Él le escogió a usted, y le dijo que fuera y diera fruto.
Eso será fruto de la Palabra; fruto de oración.
Hemos llegado a ese lugar donde debemos cambiar la mente de hombres y mujeres a nuestro alrededor.
Hay un sentimiento espiritual de derrota en los corazones de las grandes masas en la iglesia.
Esto lo ha producido el tráfico de alcohol, los salones abiertos, las chicas que se sientan en el bar.
La prostitución y la delincuencia se han desbocado con ello.
La rebelión de los adolescentes contra la instrucción parental y su ausencia de la iglesia se ha extendido como una llaga en el corazón de la nación.
Pero ¿ha quebrado Dios? ¿Ha perdido su capacidad?
Mire al mundo pagano al que se enfrentó la pequeña iglesia.
Mire el escepticismo educacional de la nación judía.
Mire todo el cuadro negro del imperio romano.
La iglesia salió sin educar, hombres del vulgo para hacer frente a la penosa condición y sacar nuevas naciones de ella. Ellos vencieron y nosotros podemos vencer.
Debemos revisar la influencia mental del mundo.
Debemos ocupar nuestro lugar y gritar en alta voz: "Somos lo que Él dice que somos".
Podemos hacer lo que Él dice que podemos hacer.
Estamos ligados a Dios por su naturaleza. Hay una unión humana-divina entre el Padre eterno y el creyente. Nuestro espíritu tiene la energía creativa y la capacidad que hay en el Espíritu del Padre.
Estamos cumpliendo las condiciones como vencedores.
Su Palabra en nuestros labios puede derrotar a cualquier fuerza o elemento que venga contra nosotros.
Mediante su nombre todopoderoso, vamos en contra de estos problemas y los vencemos.
Puedo oírle susurrar: "Miren, estoy con ustedes; vayan, les veré allí. Yo estaré con ustedes".
De nuevo, oigo esa canción de triunfo de los siglos: "No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios" (Isaías 41:10).
"El Dios que abrió el mar Rojo, que destruyó el poder de las llamas cuando esos tres chicos hebreos fueron arrojados al horno de fuego está con usted.
"Yo soy el Dios de los siglos.
"Mira, yo estoy contigo: todas mis fuerzas son para ti, y eres un vencedor delante de todos tus enemigos".